En Chubut hay leyes no escritas, pero sagradas. Una de ellas es que los Eliceche jamás quedan desocupados. La resolución legislativa firmada el 6 de noviembre lo confirma con una claridad casi poética: Carlos Tomás Eliceche vuelve al Estado, esta vez como asistente de bloque político del justicialismo, porque—al parecer—no hay estructura pública que no pueda hacerle un lugarcito.

La Legislatura, siempre atenta a las necesidades laborales de los apellidos tradicionales, aprobó ad referendum su designación retroactiva al 1 de octubre. Y como si fuera poco, el pedido lo hizo el diputado Juan Horacio País, quien debe ser el único legislador del país con semejante capacidad para identificar talentos que el resto de la ciudadanía dejó de ver hace años.

Lo más fascinante es el contexto político. Carlos Eliceche opositor. Mariano Eliceche oficialista. Un dúo perfecto, una obra maestra de la política chubutense. Uno critica al Gobierno, el otro cobra del Gobierno. Haciendo equilibrio entre dos banderas mientras, mágicamente, ninguno pierde el sueldo estatal.

Es casi artístico.

Una instalación contemporánea exhibida en el museo de lo obvio:

“Cómo ganar siempre, incluso cuando perdés”.

La designación, encuadrada en el ya famoso Título III del Convenio Colectivo 803/23, es un recordatorio de que la planta política es ese espacio sagrado donde no hay concursos, no hay méritos, no hay explicaciones… pero sí hay sueldos. Un sistema de adopción permanente para los de siempre.

Y ahí aparece el detalle más jugoso, casi folclórico, que resume de manera brillante esta jugada:

“Ponen un huevo en cada nido”, un clásico refrán argentino.

Porque mientras miles de chubutenses se rompen la cabeza buscando trabajo, en la Legislatura siempre queda una silla tibia esperando al dirigente que “casualmente” vuelve a aparecer cuando hay una firma disponible.

La dirigencia cambia de bloque, cambia de discurso, cambia de bandera… pero nunca cambia de patrón: el Estado.

En un país donde todos pierden, hay un pequeño grupo que siempre encuentra la forma de ganar. Esta vez, con resolución oficial y sello de la Legislatura.

Una obra maestra de supervivencia política.

Un manual de cómo mantenerse vigente sin ganar una elección.

error: Este contenido esta protegido